16 dic 2010

Espíritu feral

Caminas despreocupado entre ramas y hojas, sin prestar mucha atención a nada cuando de repente lo notas, un olor extraño. Te detienes y buscas la dirección en la que se encuentra el origen, te resulta sencillo y te encaminas hacia allí.

Te desplazas ágilmente entre los árboles y plantas y poco a poco el olor se vuelve más intenso, más agresivo... Notas como la adrenalina te acelera el corazón y tus ojos se vuelven más afilados.

Aceleras el paso aun más, solo pensando en encontrar la fuente de ese olor dulce y excitante. Corres al límite de tus fuerzas, hasta que te detienes en seco. Has oído un ruido inesperado. Te camuflas entre las hojas y te agazapas, evaluando la situación.

Buscas a tu alrededor, centrándote en tus potentes oídos, tu olfato y tu vista felina. De pronto encuentras la causa de todo lo que ocurre, tu víctima.

Desprevenida en el centro de un pequeño claro, no ha notado tu presencia. No puedes evitar salivar. La ves moverse, desprevenida de lo que le espera. Te mueves lentamente, agazapado entre las hojas y sin perderla de vista.

Solo tienes ojos para ella, te mueves lentamente en las sombras, cada vez más cerca, poco a poco, salivando, tratando de controlar tu respiración, tu corazón galopante y tus terribles instintos de lanzarte sobre ella, por miedo a que escape.

Avanzas unos centímetros, apartando unas hojas pequeñas que te impiden verla. Ves que se aleja y tan rápido y sigiloso como puedes, te mueves rodeando el claro, sin dejar que el aire le lleve tu olor, indetectable.

Sigiloso, sigues avanzando, esta tan cerca que puedes contemplar perfectamente su apetecible figura, sus ojos oscuros y su cuello. Estas deseando hincarle tus colmillos.

Te mueves entre unas hierbas un poco más altas que el resto, lento, silencioso, tranquilamente nervioso. Estas tan cerca ya...

Pero un ruido te saca de tu ensimismamiento. Otra figura se acerca a la primera. No habías sido capaz de notar su presencia al centrarte tanto en tu presa.

Te tumbas en el suelo entre la hierba y no respiras, esperando una nueva oportunidad. Entonces compruebas que se están alejando, es ahora o nunca. Haces gala de toda tu potencia física y dejas que tu forma felina salga de entre las plantas y se abalance sobre ella, rugiendo ferozmente, pero estabas demasiado lejos y ambas figuras salen corriendo entre árboles y plantas y los pierdes de vista. Tratas de seguirlos pero pierdes su rastro.

Aun con el corazón incontrolable, jadeando y sin entender muy bien todo lo que había ocurrido, te detienes en medio de la noche, alumbrado por la luna, y trepas a un árbol. Buscas una buena rama, y te tumbas, esta noche no lo conseguiste.

Si tan solo hubiera estado sola, estás seguro que podrías haberlo conseguido. Pero ahora solo te queda ir a dormir, pensando en que se ha escapado, y en que mañana tendrás que buscar de nuevo una presa y volver a jugar al ratón y al gato, desplazándote entre las sombras.

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